Supongamos que la vida de nuestro héroe es un rompecabezas. En la aventura que significa reordenar las piezas dispersas nos encontramos con algunas brillantes, coloridas, y otras grises, oscuras. Algunas a simple vista encajan perfectamente, otras parecen de difícil encastre... pero vayamos por partes.
La primer pieza la encontramos a los 7 años, con un pequeño inquieto, que usa todo lo que se le cruza para hacer ruido, el ritmo parase brotarle del cuerpo. A los 11 le regalan su primer batería. Su referente, como cualquier especialista en este juego sospecharía, es una figurita difícil: Ringo Starr. A pesar de estar en la segunda línea de los Beatles tiene mucho carisma, además de dos características que refuerzan la identificación: es narigón y se lo ve bastante solitario.
Esta etapa en la vida de FGS tiene un límite marcado por la violencia. A principios de los ´70, por obra y gracia de la Triple A, nuestro pequeño agitador de parches debe marchar obligado a Chicago con su familia.
Un par de años después llegan a San Francisco, una ciudad que en aquella época era un buen lugar para un adolescente con inquietudes artísticas: el punk sacudía las buenas costumbres de una sociedad momificada y las bases de la industria musical, que cada vez tenía más de negocio y menos de arte.
Se suceden varias bandas (“Young adults”, "Wire Train”) a la par de trabajos para sobrevivir, casi siempre en actividades que en algún punto le interesaban: disquerías o cines.
Una pieza importante: como baterista de estos colectivos punk llegó a ser telonero de varias bandas importantes cuando tocaban en San Francisco o Los Angeles: U2 en su primer gira americana, los Deed Kenedys, The Cure, Big Country, The Adventures, John Cale, Iggy Pop, Leonard Cohen, y siguen las firmas.
En este momento encontramos la pieza siguiente, que dice 1985. Hay un viaje a Buenos Aires por dos meses. En esa época una incipiente amistad con algunos integrantes de UB40 lo transformaba en un embajador del sello de la banda de reggae, DEP International, que le encomendó buscar algo interesante para editar.
Con esa finalidad nuestro joven amigo se acerca al líder del mejor combo que encontró en Bs. As. Era un pelado que hablaba un castellano atravesado, y que no se mostró muy interesado en la propuesta. Era el primer contacto con Sumo, y esta pieza es importante, porque es clave para seguir avanzando.
Luego de pelearse con sus compañeros de banda, cansado de la música y de la sociedad americana, era la época de la invasión a Panamá y los bombardeos a los barrios periféricos de la ciudad se transmitían por la CNN como un especial navideño, tenía ganas de irse, pero no estaba definido el destino.
En 1990 su abuela se enferma y consigue un pasaje para Argentina para poder estar con ella. Su última vivita fue durante la primavera alfonsinista, y ahora lo esperaba el verano menemista: privatizaciones por doquier y el circo del primer mundo.
Sumo ya no existía, y tal vez fue el destino el que movió la siguiente pieza: por casualidad llega un noche a Cemento, donde no más de 50 personas asistían a uno de los primeros shows de Divididos. Miró fijo el centro del escenario, detrás de los tambores y los platillos y se dijo: “ahí quiero estar yo”. Y no tardaría en lograrlo.
Lo demás es historia conocida... estas piezas parecen estar gastadas por el manoseo. La fama, el dinero, el trauma de crecer en público, la culpa por sentir que no merecía todo lo que le estaba pasando. Una actitud defensiva que lo llevó a alejarse de la gente, cuando su intención al regresar al país era la contraria.
Y acá encontramos una sonrisa, esa que despierta la idea de comparar a los bateristas con los técnicos de futbol. Son el fusible que salta cuando algo anda mal, la parte más delgada del hilo. A la distancia parece estar tranquilo, apoyado en la idea de que su partida no cambió nada, todo siguió igual.
La parte del rompecabezas que corresponde a la Argentina tiene características importantes de resaltar para nuestro protagonista: como bueno rescata la pasión del público, aunque pueda ser un arma de doble filo, y por el otro el puterío de la industria, donde músicos, productores y periodistas están más pendientes del pedo que se tiro el vecino que del olor de su propia mierda. En los EEUU la ecuación se invierte, no hay tanto conventillo, tal vez por no estar concentrada la industria en una sola ciudad, como pasa acá, pero el público es muy distante, superado, ya vieron todo, nada los sorprende.
Tal vez la pieza más valiosa que tenga para presentar es esa donde se cruzan rock y folclore. Antes de su experiencia en Divididos tuvo un bautismo de fuego: una banda llamada “Las madres del Che”, que tocó una sola vez en un recital benéfico, interpretaba, ante un atento público punk en San Francisco, temas de León Gieco y Piero. El pogo descontrolado de la mano del cuarteto “El sábado borom bom bom” de Carlos Rolán (que después grabaría como solista) le dejó una certeza: la gente no quiere más de lo mismo, y esa premisa la hizo bandera en su desembarco en Argentina.
Colocamos una de las últimas partes: después de un par de años, cerrado el duelo de Dividos, y tocando casi todos los instrumentos y poniendo la voz en juego graba su primer disco solista. “Living las Vergas” se llama esta pieza que cuenta con colaboraciones de Celeste Carballo, Palo Pandolfo, Pablo Guerra y el violinista José Rajal.
La imagen va tomando forma... vemos un tipo maduro, en paz con su trabajo, que cuida y se siente cuidado por los suyos. Quedan un par de huecos, pero lo bueno es que esos espacios vacios corresponden al futuro. El pasado esta saldado.
Una banda de exiliados, un disco sin nombre
No deja de llamar la atención un baterista que cante, encima que pasa alternadamente de una letra en ingles a otra en castellano, destruyendo la batería, literalmente. Se presenta con una banda que se hace llamar... Federico Gil Solá & Los exiliados. En plena etapa de producción de su segundo disco solista lo acompañan Sebastián "Bocha" Villegas en bajo, el "Polaco" Riedel y Diego Bustos en guitarras y coros. Bajo el manto protector de Gustavo Bustos, productor y hacedor de hechizos varios, trabajan en el estudio "Aloe" de Hurlingham dando forma al nuevo material, mientras lo van testeando en público junto a temas de "Living...".
Terminó el recital, me despido de ese tipo que lucho con dignidad contra una incipiente disfonía para dar todo lo que tenía a las 150 personas que, apretadas, llenaron el bar Santana, en Ramos Mejía.
Antes de irme le sugiero que incorpore a otro baterista para cuando tengan que echar a alguien. Vuelven las sonrisas.
Comparto con Uds. un par de videos de la carrera de Federico Gil Solá.