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En un texto clásico la estructura es totalmente lineal ya que se lee de principio a fin. En cambio, en un hipertexto se pretende quebrar esa estructura lineal, mediante "enlaces" (también llamados links, vínculos o hipervínculos: entradas publicadas dentro de una página web que se visualizan generalmente de azul y/o subrayadas, y que al ser conectadas llevan al usuario a otra página) que permiten saltar a otros temas relacionados, donde encontrar información ampliada. Las páginas web de Internet, o las opciones de la Internet 2.0 (como ésta) son un ejemplo claro de hipertexto.Cito unos párrafos del primer capítulo de libro “Hipertexto” (La Crujía ediciones, 2003), de Patricia San Martín:
“El sentido de la hipermedialidad se construye desde el concepto de multiplicidad:
- multiplicidad de recorridos y secuencias posibles de lectura
- multiplicidad de autores, de voces
- multiplicidad de lenguajes
- totalidad conjetural, múltiple
- multiplicidad de posibles comienzos y finales
- entrecruzamientos
La opción de lo múltiple nos enfrenta a la imposibilidad de la completud. La completud es la no verdad, la suma de lo fragmentario.
Lo múltiple parecería indisolublemente ligado a lo fragmentario. Lo intertextual se conforma de fragmentos de textos, nuestro conocimiento es intertextual. Lo fragmentario es válido si se configura como unidad de sentido entramado en otras unidades de sentido que permiten el desarrollo de un pensamiento ético que atiende a la complejidad de variables. La complejidad es lo múltiple pero no siempre es posible reconstruir lo fragmentario.”
Más allá de remarcar el concepto “complejidad” como un punto de entrada para entender lo hipertaxtual y sus posibilidades, rescato de la cita de San Martín la representación de nuestro conocimiento como hipertextual. La noción de la intertextualidad define un conjunto de capacidades que existen en el lector/espectador y que son evocadas mas o menos explícitamente por el texto/obra, que tienen que ver con historias ya producidas en una cultura por parte de algún autor, o mejor aún, de algún texto (otras obras). El intertexto de una obra vendría a ser el conjunto de referencias de una obra a otros textos (artísticos, científicos, literarios, etc.). El intertexto aparece tan pronto analizamos cualquier obra de arte : podemos encontrar las relaciones con otras obras del mismo artista, de la misma escuela, los préstamos de escuelas diversas, los vínculos con la historia del arte e incluso sus relaciones con textos de otra naturaleza, literarios por ejemplo.
A partir de estas definiciones se me ocurre que la primera experiencia rudimentaria de hipertexto, aún antes de su aparición formal de la mano del soporte informático, es la nota al pie de las obras literarias de distintos géneros y autores, que se remontan por lo menos hasta el siglo XIX.
Pero es en el consumo cultural donde encontramos un primer borrador de la idea de hipertexto. Aunque estos enlaces no se hacen sobre ninguna plataforma, la lógica pareciera ser la misma.
Desarrollo un ejemplo para aclarar un poco el concepto.
Hace unos años leí la novela “Todo un hombre”, escrita por Tom Wolfe, uno de los referentes del new journalism.
El protagonista de la novela, Charlie Croker, es un millonario agente inmobiliario de la ciudad de Atlanta, que al no poder hacer frente a un crédito bancario ve como su imperio se desmorona. En paralelo a esta caída tenemos a al jóven Conrad Hensley, un muchacho de los suburbios, empleado en una tienda de Croker, que tras una seguidilla de situaciones desgraciadas termina condenado por la justicia a una pena de cumplimiento efectivo. Es en la cárcel, y a partir de una confusión con el título de un libro pedido por correo, donde Conrad toma contacto con la escuela filosófica de los estoicos. Esta de más comentar que esta lectura le cambiará la vida.
Los encuentros y desencuentros de estos personajes marcan el pulso del relato. El final no lo cuento, pero vale la pena las 760 páginas de la primera edición (Ediciones B, 1999).
Esta novela me dispara la curiosidad por los filósofos estoicos, ese fue mi link.
Mi próxima parada, visita a la librería mediante, fue una obra del filósofo francés Michel Onfray llamada “Cinismos” (Editorial Paidos, 2002).
Los cínicos eran filósofos que alrededor del siglo IV ac aspiraban a identificarse con la figura del perro: buscaban la simplicidad y la desfachatez de la vida canina. Sus características estéticas eran el uso de la barba, la alforja y el báculo. A las teorías abstractas ellos las enfrentaban con el humor y la ironía. Eran hedonistas que pregonaban el goce como una de las máximas ocupaciones del hombre y desafiaban lo establecido a partir del escándalo: la antropofagia, el incesto y el repudio a las sepulturas estaban entre sus tópicos preferidos.
Sus nombres eran Diógenes, Antístenes, Hiparquia, Epicteto, Zenón, etc.
A partir de esta obra un nuevo link: la vida y la obra de Onfray.
Continuamos en la próxima entrada, pero les dejo como cierre un ejemplo más de intertexto: una de las tiras cómicas de la contratapa del diario Clarín de Buenos Aires que lleva por título “Diógenes y el linyera”, donde seguramente no es casualidad que Diógenes sea un perro, el cinismo su marca registrada y su compañero de todos estos años alguien que renuncio a la comodidades de la vida moderna.
Guión: Guinzburg - García Blanco. Dibujo: Tabaré.
PD: La imagén es un enlace para otras tiras de "Diógenes y el linyera" y recomiendo otro link: escuchar el tema "Humor linyera", del último albúm de la Bersuit Vergarabat.
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