27/9/08

CLASE OCHO: WALTER BENJAMIN





En el artículo “La obra de arte en la era de su reproducción técnica” (1936), de Walter Benjamin, se desarrolla la relación entre la situación del arte, la cultura y la política en la época de las tecnologías y los mass media. Para Benjamin la obra de arte reproducida técnicamente desplaza a la concepción del arte basada en su valor cultural. En la cultura clásica el valor cultural de la obra de arte está vinculado a su carácter único e irrepetible y esto es lo que la hace auténtica. Esta obra expresaba cierta lejanía o distancia entre el productor y el público, entre la representación y lo representado. Benjamin denomina aura a esta lejanía: es el aquí y ahora, que en la originalidad de la obra expresa el misterio, la conmoción o la angustia del creador en el proceso creativo.
El despertar intelectual de Benjamin coincide con el nacimiento y el auge del cine. Según su teoría, el desarrollo de las tecnologías de comunicación y la reproducción técnica de la obra de arte producen ciertos cambios en la percepción del mundo.

En el teatro la dramatización es única. Cada actuación es irrepetible mientras que en el cine la actuación se puede repetir tantas veces como sea necesario. Se la puede probar, montar desde diferentes tomas, y luego exhibirla infinidad de veces.

Benjamin intuye que el cine es un instrumento capaz de movilizar las fantasías inconscientes de las masas, a través de la manipulación de las imágenes. Según él, el fascismo y el nazismo emplean en sus actos y publicidades recursos estéticos y cinematográficos. Sus actos políticos, grandes rituales masivos, convocan a multitudes.

Les dejo como ejemplo esta versión comentada de "El triunfo de la voluntad", posiblemente la película de propaganda más potente de la historia del cine. Este documental filmado, en la Convención del Partido Nazi de 1934 en Nuremberg, es una pieza propagandística que busca exaltar la figura de Adolf Hitler.



En otro orden, la pintura, como todo arte tradicional, invita a la contemplación y a la recepción distante y atenta. En cambio el cine promueve una recepción dispersa, menos distante, capaz de acercarle imaginariamente al hombre los objetos del mundo y hacerlos familiares, manipulables. Apenas se registra con los ojos un plano y este ha cambiado. En ese choque perceptivo esta la capacidad de movilización del cine de llegar a las motivaciones profundas de la psiquis.

“Resumiendo todas estas deficiencias en el concepto de aura, podremos decir: en la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de ésta. El proceso es sintomático; su significación señala por encima del ámbito artístico. Conforme a una formulación general: la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario. Ambos procesos conducen a una fuerte conmoción de lo transmitido, a una conmoción de la tradición, que es el reverso de la actual crisis y de la renovación de la humanidad. Están además en estrecha relación con los movimientos de masas de nuestros días. Su agente más poderoso es el cine. La importancia social de éste no es imaginable incluso en su forma más positiva, y precisamente en ella, sin este otro lado suyo destructivo, catártico: la liquidación del valor de la tradición en la herencia cultural. Este fenómeno es sobre todo perceptible en las grandes películas históricas. Es éste un terreno en el que constantemente toma posiciones. Y cuando Abel Gance proclamó con entusiasmo en 1927: “Shakespeare, Rembrandt, Beethoven, harán cine... Todas las leyendas, toda la mitología y todos los mitos, todos los fundadores de religiones y todas las religiones incluso... esperan su resurrección luminosa, y los héroes se apelotonan, para entrar, ante nuestras puertas”, nos estaba invitando, sin saberlo, a una liquidación general”.[1]

En la producción artística, al fracasar la norma de la autenticidad se transforma la función del arte. Con la reproducción técnica la obra pierde su valor cultural, su capacidad crítica, su aura, pero adquiere valor exhibitivo, es decir se multiplica su capacidad de exhibición: en lugar de fundamentarse en un ritual, su razón de ser podría encontrarse en una práctica distinta: la manipulación por parte del poder y su uso político por parte del aparato estatal. Es así como Benjamin vislumbra las posibilidades liberadores de la técnica y la cultura de masas, pero también es pionero en intuir su potencial destructivo. Los usos y costumbres del fascismo y el nacional socialismo alemán terminarían confirmando sus peores augurios.

El arte, último reducto de la criticidad del ser humano, se va transformado a lo largo del siglo XX, y no solo por la posibilidad de la reproducción técnica de la obra, en un reducto más del mercado. Las variables comerciales de la oferta y la demanda, o el gusto del público y las tendencias de moda, coartan las posibilidades expresivas del artista al imponerle temas y técnicas que le aseguren presencia en el mercado, y por ende, posibilidades de “éxito”.








Referencias:

[1] La obra de arte en la época de su reproducción técnica. Benjamín, Walter. En Sociedad y comunicación de masas. Curran, J. Gurevith, M. y Woollacott, J (editores.). Fondo de Cultura Económica. México, 1981. El artículo original se publica por primera vez en París, en traducción francesa de Pierre Klossowski, en la Zeitschrift für Sozialforschung en 1936.


Recomendación:

En la pelicula "Race: El triunfo del espíritu" podemos ver como se aplicaban novedosas técnicas de filmación para los documentales que buscaban exaltar la performance de los atletas alemanes en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Esas tomas se pueden apreciar en "Olympia", dirigida por Leni Riefenstahl, la misma directora de "El triunfo de la voluntad".

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